Durante décadas han persistido muchos conceptos erróneos sobre las vacunas, debido a la poca compresión del funcionamiento de las vacunas. Aquí resolvemos algunas de las ideas equivocadas más comunes sobre la vacunación.
El concepto erróneo acerca del “sistema inmunológico sobrecargado”
Tal vez el concepto erróneo más común es que el sistema inmunológico de un niño puede “sobrecargarse” si recibe múltiples vacunas al mismo tiempo. Esta inquietud comenzó cuando el programa de vacunación infantil se expandió para incluir más vacunas, y cuando algunas de ellas se conjugaron en una sola aplicación o inyección. Sin embargo, los estudios han demostrado una y otra vez que las vacunas recomendadas no tienen más posibilidades de provocar efectos adversos cuando se aplican conjugadas que cuando se aplican por separado.
Algunos padres de familia deciden ampliar el periodo de tiempo en el que los niños reciben las vacunas, “por si acaso”. Sin embargo, no hay estudios científicos que respalden este criterio, y demorar la vacunación pone en riesgo a los niños de contraer enfermedades prevenibles.
El concepto erróneo acerca de “las enfermedades desaparecidas”
Algunas personas suponen que como hay enfermedades que desaparecieron de Estados Unidos, como es el caso de la poliomielitis, ya no es necesario vacunar a los niños contra ellas. Sin embargo, la polio existe todavía en otras partes del mundo, y sería fácil que infectara a las personas sin protección si ésta entrara al país. Otro ejemplo es el sarampión, enfermedad ya rara en Estados Unidos; los brotes de la enfermedad en EE.UU. han ocurrido cuando los estadounidenses viajan a países donde el sarampión todavía existe, y traen consigo la enfermedad cuando regresan. Con tasas adecuadas de vacunación, se puede prevenir la mayoría de este tipo de brotes, pero si se reducen las tasas de vacunación, nuevamente pueden comenzar a propagarse los casos “importados” de enfermedades prevenibles. Por ejemplo, a inicios de la década de 2000, las bajas tasas de vacunación en Inglaterra abrieron paso para que el sarampión se volviera endémico otra vez, después de que las tasas de vacunación anteriores habían parado su transmisión continua en el país.
El concepto erróneo acerca de que “se enferman más personas vacunadas que las no vacunadas”
Cuando surge el brote de una enfermedad que es poco común en cierta zona, como el sarampión en Estados Unidos, las personas sin vacunar no son las únicas en riesgo. Como ninguna vacunación es 100% efectiva, algunas personas vacunadas también van a contraer la enfermedad. De hecho, durante un brote, a menudo la cantidad de personas vacunadas que se enferman supera al de las no vacunadas, pero esto no es porque las vacunas no sean eficaces, sino porque, en primer lugar, hay muy pocas personas que evitan la vacunación. Veamos las cifras de un brote hipotético:
Hay un grupo de 500 personas que han estado expuestas al brote de una enfermedad rara. De esas 500 personas, 490 han sido vacunadas y 10 no. Diferentes vacunas brindan distintas tasas de protección, pero en este caso, supongamos que 98 de cada 100 personas que están vacunadas desarrollarán con éxito la inmunidad contra la enfermedad.
Cuando se exponen al brote, las 10 personas sin vacunar contraen la enfermedad, ¿y qué pasa con las 490 que sí fueron vacunadas?
Con base en la suposición de que 98 de cada 100 personas que desarrollan inmunidad con éxito (dejando a 2 de cada 100 sin protección), aproximadamente 10 de las 490 personas vacunadas contraerán la enfermedad, la misma cantidad que las personas no vacunadas.
Sin embargo, las cifras no toman en cuenta el porcentaje de personas vacunadas y no vacunadas que se enfermaron. De las que se enfermaron, 10 habían sido vacunadas y 10 no, pero las 10 que habían sido vacunadas son sólo (10 / 490) = 2% de las personas que habían sido vacunadas en una población de 500. Las 10 que no habían sido vacunadas son (10 / 10) = 100% de las no vacunadas. Por lo tanto, los resultados del brote se ven de la siguiente manera:
- Tamaño de la población: 500
- Personas vacunadas: 490
- Personas no vacunadas: 10
- Porcentaje de personas vacunadas que se enfermaron: 2%
- Porcentaje de personas no vacunadas que se enfermaron: 100%
El concepto erróneo acerca de que “la higiene y una mejor nutrición son responsables de la reducción en las tasas de enfermedad, no las vacunaciones”
Las mejoras a la higiene y nutrición, entre otros factores, ciertamente puede reducir la incidencia de algunas enfermedades. Sin embargo, los datos que documentan la cantidad de casos de una enfermedad, antes y después de introducir una vacuna, demuestran que las vacunas son en gran parte responsables de las mayores disminuciones de las tasas de enfermedades. Los casos de sarampión, por ejemplo, variaban entre 300,000 y 800,000 al año en Estados Unidos entre 1950 y 1963, cuando se comenzó a usar ampliamente una vacuna contra el sarampión con la autorización oficial recién otorgada. Para 1965, los casos de sarampión en EE.UU. disminuyeron considerablemente. En 1968, se informó de aproximadamente 22,000 casos (una disminución del 97.25% del máximo de 800,000 casos en apenas tres años); para 1998, la cantidad de casos era en promedio de unos 100 al año, o menos. Se vio una disminución similar después de la vacunación en la mayoría de las enfermedades para las cuales se tenían vacunas disponibles.
Quizá la mejor prueba de que las vacunas, y no la higiene y la nutrición, son responsables de la caída brusca en las tasas de enfermedad y muerte la constituye el caso de la varicela. Si la higiene y la nutrición por sí mismas fueran suficientes para prevenir enfermedades infecciosas, las tasas de varicela hubieran disminuido mucho antes de introducir la vacuna para esa enfermedad, cuya existencia no estuvo disponible hasta la mitad de la década de 1990. Más bien, la cantidad de casos de varicela en Estados Unidos a inicios de la década de 1990, antes de que se introdujera la vacuna en 1995, era aproximadamente de cuatro millones al año. Para 2004, la incidencia de la enfermedad había disminuido aproximadamente en un 85%.
El concepto erróneo de que “la inmunidad natural es mejor que la inmunidad adquirida con la vacuna”
Algunas personas argumentan que la inmunidad adquirida por sobrevivir a una infección natural brinda mejor protección que la que brindan las vacunas. Si bien es cierto que la inmunidad natural perdura más tiempo, en algunos casos, que la inmunidad inducida por las vacunas, los riesgos de una infección natural sobrepasan los riesgos que provoca la inmunización en cada vacuna recomendada.
Por ejemplo, la infección por sarampión silvestre provoca encefalitis (inflamación del cerebro) en una de cada 1,000 personas infectadas, y mata a dos personas de cada 1,000 casos reportados. Sin embargo, la vacuna conjugada MMR (sarampión, paperas y rubéola) resulta en encefalitis o una reacción alérgica grave en sólo una de cadamillón de personas vacunadas, y al mismo tiempo previene la infección por sarampión. Los beneficios de la inmunidad adquirida con la vacuna superan extraordinariamente los riesgos graves de la infección natural, aun en casos donde se requieren refuerzos para mantener la inmunidad.
Además, las vacunas contra Hib (Haemophilus Influenzae tipo b) y tétanos brindan una protección más eficaz que la infección natural.
Ultima actualización 25 enero 2018
Fuentes de información
Centers for Disease Control and Prevention. . Accessed 01/25/2018.
CDC. . MMWR. 2015;62(53);1-119. Accessed 01/25/2018.
Children’s Hospital of Philadelphia. Vaccine Education Center. . Accessed 01/25/2018.
EuroSurveillance Editorial Team. . Eurosurveillance. 2008;13, 1. Accessed 01/25/2018.
Offit, P.A., Quarles, J., Gerber, M.A., Hackett, C.J., Marcuse, E.K., Kollman, T.R., ... & Landry, S. Addressing parents’ concerns: do multiple vaccines overwhelm or weaken the infant’s immune system?. Pediatrics. 2002;109(1), 124-129.
Orenstein, W.A., Papania, M.J., & Wharton, M.E. Measles elimination in the United States. Journal of Infectious Diseases. 2004;189(Supplement 1);S1-S3.
Ramsay, M.E., Jin, L., White, J., Litton, P., Cohen, B., & Brown, D. . Journal of Infectious Diseases. 2003;187(Supplement 1), S198-S207. Accessed 01/25/2018.